En la novela “1984”de George Orwell hay un ejemplar dialogo entre sus protagonistas: Winston y O´Brien. Ese dialogo podría prefigurar un epilogo para el siglo XX o un prólogo para el XXI.Escribe Orwell:
—¿Tienes alguna prueba de que eso esté ocurriendo? ¿O quizás alguna razón de que pudiera ocurrir?
—No. Es lo que creo. Sé que fracasaréis. Hay algo en el universo —no sé lo que es: algún espíritu, algún principio contra lo que no podréis.
—¿Acaso crees en Dios, Winston?
—No.
—Entonces, ¿qué principio es ese que ha de vencernos? —No sé. El espíritu del Hombre.
—¿Y te consideras tú un hombre?
—Sí.
—Si tú eres un hombre, Winston, es que eres el último. Tu especie se ha extinguido; nosotros somos los herederos. ¿Te das cuenta de que estás solo, absolutamente solo? Te encuentras fuera de la historia, no existes. —Cambió de tono y de actitud y dijo con dureza— ¿Te consideras moralmente superior a nosotros por nuestras mentiras y nuestra crueldad?
—Sí, me considero superior.
Yo no poseo ninguna evidencia de que algo esté ocurriendo. Que algo este por ocurrir. Pero el propio autor inglés en su ensayo “Homenaje a Cataluña” propone nuevas evidencias. Pero entre nuestras muchas perplejidades estála la de no escuchar a los que nos dicen o hablan palabras simples al oído. Describe, George, el momento justo de enlistarse en la guerra civil española:
“En los Cuarteles Lenin de Barcelona, el día antes de ingresar en la milicia, vi a un miliciano italiano de pie frente a la mesa de los oficiales. Algo en su rostro me conmovió profundamente: era el rostro de un hombre capaz de matar y de dar su vida por un amigo”.
Esa clase de instantánea simpatía es la que podrías sentir por Canek Sánchez Guevara, pero en su caso esa devoción la puedes intuir desde un inicio pues Canek es un hombre incapaz de matar, solo dar la vida por un amigo. El ideario descrito en los diarios de Canek es una respuesta de amor en tiempos de fanáticos. En las primeras páginas de sus “Diarios sin motocicletas” podemos descubrir su ideario de vida y amor “cualquier cosa que no me sea impuesta y que yo no pueda imponer a los demás”.
Es lo que narra el visionario dialogo de “1984”. El principio del hombre superior. El espíritu del hombre que ama. El resto es fracaso. Esa fuerza superior fue la que hizo de Canek un rebelde; y, uno verdadero en el sentido de Camus y Emerson. El hombre que dice: no. El joven que en la Escuela Vocacional uso drogas, escuchó rock´n´roll, música de vanguardia, leyó los ensayos de Montaigne y Camus. Que nunca hizo marketing revolucionario con la memoria de su abuelo, jamás comerció con la imagen de una Cuba tercermundista o la perpetua e inacabada revolución de la izquierda pseudo-proletaria.
Canek fue uno de esos revolucionarios que tuvo como única patria la música y la literatura, como posesiones su mochila y un obsoleto ordenador. Ganó dinero como programador, cineasta, informático; fue flauner, vagabundo, escritor. Un errante entre Cuba, España, México, Perú, Panamá, Barcelona, Italia, Nicaragua y Marsella. Media casi dos metros y padecía insomnio. Sentía curiosidad por lo nuevo, leer, conocer y saber. Un hedonista que amaba la vida, la cerveza, el vino, el balbuceo de los bares y los barrios de emigrantes. La vida jamás lo decepcionaba.
No se dejó engañar por ideología alguna, por fanatismos. “Yo siempre he sido un extranjero”. Leer sus libros “33 Revoluciones” y “Diarios sin motocicletas” es retomar una interrumpida conversación entre amigos con vinos y cervezas. En cualquier esquina del mundo. No le gustaba hablar del Che, ni discutir sobre Cuba. Como su abuelo, Ernesto Guevara de la Serna, su madre Hilda Beatriz Gadea: Canek Sánchez Guevara murió antes de cumplir cuarenta años.