«Quiero saber quién es el responsable de haber censurado tanta belleza”

 

Cuenta Esteban Buch en su libro “The Bomarzo Affair. Ópera, perversión y dictadura”,  que el dictador de turno en una argentina bonaerense y  bananera,  el general Juan Carlos Onganía  preguntó tras ver una versión operística y orgiástica de la  “Consagración de la primavera” de Stravinski, coreografiada por Óscar Araiz.

«Quiero saber quién es el responsable de haber puesto esa indecencia”.

Me asombra esa simplicidad de aquellos que tiene una visión cuartelistica y monástica de la vida  -y por ende de los hombres-  siempre se escandalizan cuando llega  la primavera y se esconden de su consagración. Glosa un poeta que no se dirige un país como se ordena un cuartel. Le creo.

El enfado casto y castrado del  general de turno,  nos cuenta Bunch en su libro, se convirtió en censura del ballet primaveral, además de veto de El mandarín maravilloso, de Bartók, o la película Blow Up, de Antonioni, sin atender que la película estuviera basada en un cuento de Cortázar,  quema de cientos de libros y de la muerte de miles de ciudadanos cuyo delito primero seria ser seres primaverales. Cuenta otro poeta que los argentinos tienen tres opciones en la vida morir en Bolivia, escribir en Paris o cantar tangos en New York. Le creo.

Cuando se estrena en los Estados Unidos de América, se deslizaron comentarios tipo “Porno im Belcanto”.  He visto versiones de Wozzeck, Tannhäuser, Carmen, Salomé y los Nibelungos wagnerianos que avergonzarían a las chicas catalanas del Bagdad o las que juegan al Pin Pon en Bangkok.

Pero la censura tiene largos caminos por recorrer,  la prohibición de Bomarzo, fue el acto cultural más importante protagonizado por la dictadura del general Onganía en su agonía quinquenal contra el poder de la primavera. Hombres para los que la moral viene regida por las faldas de la curia ítalo-argentina, o el general Franco.

Los sesentas se recuerdan en casi todo el mundo por ser los años de la liberación y la perplejidad pero en la argentina de los generales no había lugar ni para Borges o Cortázar  o el cálido espectáculo primaveral de Bomarzo.

Acabo de ver la puesta, junto a mi esposa e hija mayor…deseo preguntar:

«Quiero saber quién es el responsable de haber censurado tanta belleza”.

Para mamy…

Cuando todo el mundo está contigo recuerdas las fotos de la pequeña niñez. Veo a mi madre tan joven, con una mirada oculta entre nueva trova y bossa nova, unos ojos negros más vivos que la luna nueva en medio de los mares oscuros.  No recuerdo que alguien nos presentara. Aquello fue amor a primera vista. Como deben ser lo amores cuando son verdaderos. Me dieron la infinitesimal posibilidad de llegar a este planeta podrido y entre los mil millones de seres disponibles yo escogí aquella.  Una nube de estrellas en medio de los huracanes de octubre. Su misterio tenía que ver con las letras hispánicas, el indescifrable español, el siglo de oro, su belleza de suave hispanidad. Los complementos directos y los sintagmas de circunstancias. Un manantial indetenible de amor que me embrujó entre los muros de una ciudad que se desprendía de toda su humanidad. Su bondad iluminaba todo como un desconocido enigma, secreto y brujo. Imposible subir las escaleras, bajar del coche, segar una flor en un campo de mariposas, levantar un tenue peso de espumas, cosechar una espiga de azucenas, brotar del ciclo de las re-encarnaciones, detener el tiempo lineal de los hombres, palidecer ante la belleza femenina, detenerse frente al estupor de los tontos, vislumbrar el amor de las hijas, imposible detenerse,  cuando tienes el embrujo de una madre que te cuida de los imposibles avatares del universo.