El hombre que hizo renunciar a 34 obispos.

Juan Carlos Cruz, un periodista chileno que vive en Filadelfia y trabaja para una multinacional de comunicación, lleva años contando la misma historia. Una y otra vez explica a todos cómo lo violaba el padre Fernando Karadima, un cura de la élite chilena, y cómo presenciaba y toleraba esos abusos monseñor Juan Barros, hoy obispo de Osorno. Muchos le creyeron, pero no el más importante. El Papa le desmintió abiertamente en enero ante los ojos de todo el planeta: “El día que me traigan una sola prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. Todo es calumnia”, dijo durante su viaje a Chile. Cruz reaccionó indignado. “Como si uno hubiese podido sacarse una selfie mientras Karadima me abusaba”.

El Papa no quiso reunirse en Chile con Cruz y otras dos víctimas de Karadima, Andrés Murillo y James Hamilton, y esta tensión con ellos arruinó el viaje a Chile, tal vez el más polémico de su mandato. Pero tres meses después, tras leer un informe demoledor de sus enviados, Francisco ha dado un giro de 180 grados: ha pedido perdón a estas tres víctimas y les ha invitado a Santa Marta, a pasar un fin de semana con él, el 28 de abril. “Se ha despejado la agenda”, explica Cruz desde Filaldelfia, donde vive en una nube desde que le llamaron en nombre del Papa para anunciarle el cambio radical de posición.

Finalmente Francisco ha hecho renunciar a los 34 obispos chilenos con una fuerte carta personal filtrada a la Prense y publicada por Tele 13 de Chile. En el texto se lee:

La psicología de elite o elitista termina generando dinámicas de división, separación, „círculos cerrados´ que desembocan en espiritualidades narcisistas y autoritarias en las que, en lugar de evangelizar, lo importante es sentirse especial, diferente de los demás, dejando así en evidencia que ni Jesucristo ni los otros interesan verdaderamente. Mesianismo, elitismos, clericalismos, son todos sinónimos de perversión en el ser eclesial; y también sinónimo de perversión es la pérdida de la sana conciencia de sabernos pertenecientes al santo Pueblo fiel de Dios que nos precede y que –gracias a Dios- nos sucederá. No perdamos jamás la conciencia de ese don tan excelso que es nuestro bautismo.

La decisión llegó después de tres días de reunión en el Vaticano en los que el papa Francisco les informó sobre los resultados de la investigación de la Santa Sede sobre el caso de presunto encubrimiento por el obispo Juan Barros de los abusos sexuales cometidos por el sacerdote Fernando Karadima. Fernando Karadima desarrolló su carrera como sacerdote en la parroquia El Bosque, en la comuna de Providencia, en el noreste de Santiago, uno de los barrios más exclusivos de la capital chilena. Tanto la justicia ordinaria como la eclesiástica lo consideraron responsable de abuso sexual de menores cometidos durante las décadas de 1980 y 1990. A finales de 2003, el cardenal Francisco Errázuriz recibió una queja formal, pero trató de persuadir a los agraviados de retirar las acusaciones.

«El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar», dijo en la ciudad de Iquique, donde celebró la última misa de su viaje a Chile. «No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia», aseguró.Al finalizar su gira, Bergoglio pidió disculpas por estas declaraciones. «Debo pedir disculpas porque la palabra ‘prueba’ ha herido a muchos abusados, fue sin querer», afirmó.

Pero las pruebas están ahí en las personas de Juan Carlos Cruz Andrés Murillo y James Hamilton los denunciantes entre otras decenas de abusados.

Después de su viaje a Chile, a finales de enero, el Papa dio un nuevo paso para esclarecer supuesto papel de Barros como encubridor en el «Caso Karadima». Para ello, el Vaticano envió al país a Charles Scicluna, arzobispo de Malta, considerado el «mayor experto en crímenes sexuales en el interior de la Iglesia católica». Su misión era «escuchar» a los denunciantes.

Y lo que escuchó fue atroz  lo explica el Papa en su Carta.

Los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial no se solucionan solamente abordando los casos concretos y reduciéndolos a remoción de personas (22); esto –y lo digo claramente- hay que hacerlo, pero no es suficiente, hay que ir más allá. Sería irresponsable de nuestra parte no ahondar en buscar las raíces y las estructuras que permitieron que estos acontecimientos concretos se sucedieran y perpetuasen.

Perpetuasen resulta una palabra clave.

Una institución se construye desde la sanidad humana,  cuando las conductas criminales de sus miembros se limita con sus propios mecanismos de control y supervisión,  para poder disponer de los  criminales que las constituyen en manos de las justicia humana. Cuando no lo hace crea las condiciones para que esos delitos se perpetúen y los criminales sea consideren  impunes. Lo sabe Bergolio cuando escribe: no alcanza.

Por ello, y permítanme la insistencia, urge generar dinámicas eclesiales capaces de promover la participación y misión compartida de todos los integrantes de la comunidad eclesial evitando cualquier tipo de mesianismo o psicología-espiritualidad de elite. Y, en concreto, por ejemplo, nos hará bien abrirnos más y trabajar conjuntamente con distintas instancias de la sociedad civil para promover una cultura anti-abusos del tipo que fuera.

Con la sociedad civil y la justicia, anidaríamos; pues con impunidad habrá  perpetradores de crímenes y encubridores; jamás habrá lugar para cicatrizar las heridas.

Amarrillo para perplejos…

 

Política para perplejos cumple, en cierta medida, la función de ofrecernos un resumen del pensamiento de Daniel Innerarity, uno de los referentes más interesantes de la reflexión política que se está elaborando actualmente en España (y también fuera, ya que bastantes de sus libros se han publicado en otros países).

El punto de partida de su último ensayo es esa especie de incertidumbre colectiva en la que parecemos estar sumidos, debido al conjunto y velocidad de transformaciones –tecnológicas, económicas, sociales y políticas– que están atravesando el mundo y que dan la impresión de alumbrar una nueva época para la que nuestras categorías mentales resultan obsoletas. Ante el acelerado ritmo y la profundidad de esos cambios, el empeño de Innerarity es, más que aventurar soluciones, intentar hacerse cargo de qué es lo que está ocurriendo, porque –argumenta– una buena formulación de los problemas es parte de la solución, si no la solución entera.

Estas páginas confirman que al autor le interesa, al acercarse a la realidad social, más que la perspectiva ética, lo que podríamos llamar una “aproximación cognitiva”. Para este pensador, los problemas que padecemos no se deben tanto a la maldad o perversidad de los diferentes actores sociales o de las personas, sino a un déficit de conocimiento. Esto resulta especialmente claro en el ámbito político, donde las dificultades que sufren los ciudadanos no han sido ocasionadas generalmente por una acción perversa, sino más bien por nuestra incapacidad para saber cómo actuar ante ellas y hacerles frente.

En la misma línea cognitiva se mueve su concepción de la sociedad como un sistema inteligente. Entiende Innerarity que las sociedades complejas como las que vivimos funcionan mejor o peor dependiendo del grado de inteligencia colectiva que han sido capaces de institucionalizar a través de reglas, procedimientos, protocolos y normas que definen el funcionamiento de la sociedad en sus diversos niveles, formando un sistema. Esta inteligencia materializada en formas sociales que permite resolver problemas o abordar tareas colectivas tiene, entre otras virtualidades, la capacidad de minimizar los estragos que pueda ocasionar una persona, como se pone de manifiesto, por ejemplo, en el caso de Trump, que no podría hacer tantos destrozos como muchas veces se ha temido, debido, precisamente, al conjunto de límites institucionalizados que restringen su capacidad de acción.

Política para perplejos pasa revista, en cualquier caso, a prácticamente todos los asuntos que están hoy sobre la mesa, y los muestra bajo una nueva óptica. En efecto, se ocupa de la globalización, la inmigración, la financiarización y digitalización de la economía, la inteligencia artificial y su relación con la acción humana, el big data y su incidencia en nuestras decisiones públicas, el terrorismo, el medio ambiente, el populismo, el multiculturalismo, el Brexit y Trump, la situación en Cataluña, o el nuevo papel de la izquierda, de la mujer, de las emociones, de los medios y de las élites intelectuales y políticas, las cuales, quizá con demasiada frecuencia, no han sido capaces de hacerse cargo de los problemas que realmente sufren las personas.

Nos encontramos ante un libro no solo agradable de leer, por su calidad literaria, sino también útil para comprender mejor un mundo en el que lo que ha cambiado es, justamente, el modo en que las cosas cambian, y en el que resulta urgente entender lo que está ocurriendo, no para adelantar el futuro –lo cual es imposible– sino para anticipar, hasta donde se pueda, las consecuencias futuras de nuestras decisiones.

Animales…

Animales (Animals, en inglés) resulta un disco fundamental en la historia del rock. Es difícil mezclar política, intereses individuales, crítica social, con arte y originalidad. Muchos lo han intentado y han sucumbido al panfleto gris o al discurso hueco. No es el caso de Animals.

Roger Waters volvió a sacar a flote sus inquietudes políticas y sociales para la concepción de este álbum, enmarcado en una época de fuerte crisis para el Reino Unido, con un gran desempleo, numerosas huelgas y tensiones raciales. Como punto de partida se inspiró en la sátira de George Orwell titulada Rebelión en la Granja, Farm Animals, en inglés.

Es del libro de Orwell de donde Waters rescata el papel de los cerdos (líderes moralistas y autoritarios, pero estúpidos a fin de cuentas), los perros (fieros y capaces de hacer cualquier cosa por conseguir sus objetivos) y las ovejas (seres conformistas y carentes de ambiciones, que se dejan dominar por cerdos y perros). La historia de Waters sigue caminos diferentes a la de Orwell, pero a fin de cuentas representa la misma crítica al capitalismo y al sistema establecido.

En consecuencia, el tono general del álbum es gris y oscuro quizás deprimente. Como la vida en el reino Unido de 1977, matizado por la crisis económica, las huelgas, la división de clases, el terrorismo del IRA, y la represión del Estado y la Monarquía para mantener el statu quo, la llegada del punk, el fin del Estado del Bienestar y las ilusiones de los socialistas ingleses…de reformas y bienestar tras la Segunda Guerra Mundial.

Reflejan las contradicciones internas de la banda, ese cielo gris y rojo, salpicado de cerdos rosados, es igual el enfrentamiento descontrolados de los egos internos que prefiguran el desmoronamiento de la amistad y el desplome de los proyectos futuros en conjunto, a partir de Animales el Pink Floyd de “The Wall” jamás volvería a existir.

Las canciones de Animals están salpicadas con efectos sonoros que nos recuerdan a los animales protagonistas que les dan título: cerdos, perros, ovejas…se adentran en progresiones intrincadas, largos “solos”…perturbadores y docenas de efectos sonoros deslumbrantes y opresivos.

Pero, la música, como imitación de la vida humana, finalmente debe iniciar y terminar en el destello de la esperanza, el extraordinario disco inicia y termina cantándole de forma casi ingenua al amor, generando así un contraste que resulta estremecedor, entre las partes.

El último gran tema es «Sheep», en 10 minutos ponen fin a la crítica social de Waters. Una curiosa atmósfera de jazz donde los teclados, apoyado por un divertido coro de ovejas balando un progresivo ascenso del bajo tocado por Gilmour… Gilmour y Waters se cambiaron las roles para este tema uno era el bajista el otro el guitarra líder.

 

 

En el punto intermedio la banda, a modo de broma, hace una parodia del Salmo 23 con la voz distorsionada y el coro de ovejas entonándolo. Al final del tema Waters dice algo así como «¿Escuchaste las noticias? ¡Los Perros están muertos! haciendo referencia a que la gente común se ha sublevado frente a los poderosos y los han aniquilado.

 

 You better watch out,
There may be dogs about
I’ve looked over Jordan, and I have seen
Things are not what they seem.
What do you get for pretending
the danger’s not real.
Meek and obedient you follow the leader
Down well trodden corridors
into the valley of steel.
What a surprise!
A look of terminal shock in your eyes.
Now things are really what they seem.
No, this is no bad dream.

Animals sigue siendo un disco esencial.

 

 

 

Lo acompañan con manzanas.

Hace unos días estaba por escribir esta nota.

Hay músicas que me recuerdan La Habana. Desconozco las causas y los (a)zares.

Me recuerda a mi Habana Pink Floyd, la banda británica de rock progresivo, ya que en el edificio de la esquina de mi casa vivía    -digo vivía- pues nunca llegue a saber quién de sus moradores era el que la oía, pues lo hacia desde la oscuridad, eso si, con un equipo de alta calidad, todos los discos de Pink Floyd. Esa música es tan habanera para mí como lo puede ser para un londinense o un madrileño. Sonidos acuáticos, lisérgicos, duros y espaciales me transformaban en otro ser, uno alado, transparente, casi invisible. Todavía recuerdo como sonaba en vivo Pink en Pompeya en La Habana. Floyd me acompaña  ahora hasta el último suspiro del día.

El otro músico es uno con el que aprendí a crecer. Mejor a sobrevivir a esa misma Habana, es Carlos Varela.

Resulta que ahora el Habanero de Jalisco Park está ausente ahora que Guillermo Tell tiene al fin la Ballesta. Su sitio web devuelve un conocido mensaje:

Service Temporarily Unavailable

The server is temporarily unable to service your request due to maintenance downtime or capacity problems. Please try again later.

Web Server at carlosvarela.com

Como Jalisco Park. Cerrado por reparaciones. Inténtelo más tarde.

De eso trataba su canción, una especie de himno generacional, “Gillermo Tell”. Pruebo con Google, pruebo con el mas refinado buscador Duck Duck Go. Ambos devuelven entradas del 2016 o la entrevista de la BBC del 2013. Y, en Cuba, desde el 2013 al 2017 han caído muchas manzanas, además de lluvia…

Por nostalgia termino de ver el pésimo documental de Ron Chapman sobre Carlos “Un poeta en La Habana”. No sé si las canciones de Varela son poesía o no, resulta -y es un hecho- que las entonó toda mi (una)  generación. Las canciones de Varela son ideas mucho más que poesía o música.

Si imagen con su barbita negra, su sombrerito de hongo a lo Chaplin, su enanismo resulta en la caricatura de un bufón, es decir en un héroe. Sus presentaciones tenían algo de circense en el Karl Marx. El hombre nuevo pide sus flechas. Su música más que la de Pablo o Silvio es arquetípica. Védica. Hímnica.

Como el sonido de Pink Floyd en una Habana sonera, mulata y bulliciosa, la poesía de Varela es paradigmática y totémica.

El paradigma está aquí, ahora, como el Dinosaurio, pero sin embargo el Tótem está oculto.

¿Dónde está Carlos Varela? ¿Dónde Guillermo Tell? ¿Dónde Robin Hood?

A veces el valor de la música –de sus trovadores- es su silencio. Nada, en estos días recuerdo The Wall de Pink Floyd y al Guillermo Tell de Varela. Pero, por favor,  si saben algo, aunque sea por Facebook o Google de Varela me lo dicen….espero además lo acompañen con manzanas.

Un Sol que destella cien notas por segundo.

Un par de amigos, de esos  «millennials»  que se creen de verdad que la belleza se esconde en Instagram,  los amigos están en Facebook, la pornografía es amor disfrazado de sexo y la Red es algo así como el antídoto de la Vida, me preguntan por la chica de la foto de la entrada:

House At Pooneil Corners

Una diosa supongo. Little wings…Pequeñas alas entre Marte y Venus.

No se…puede que solo sea un espejo sobre otros espejos, sobre otros espejos…

Well, I stand up next to a mountain. And I chop it down with the edge of my hand…

Un dios encarnado en un negro americano. Mozart con amplificación y LSD.  Una sonrisa. Which is why a poo is pooing. In the sun. Sun.

Un Sol que destella cien notas por segundo.

Puede que mis amigos no lo sepan, pero existe un Universo, un Orbe rodeado de gotas azules y grises que se esconden entre las raíces de un  árbol milenario, una cueva sin proporciones detrás de una cascada de acido donde nacen mil millones de vidas en un instante. Existe una magia. Una poesía. Un momento. Un lugar. Incluso. a veces, solo a veces existe,  hasta un segundo…

Bueno, me pongo de pie al lado de una montaña,
Y la derribo con el borde de mi mano.

Sí.

Bueno, me pongo de pie al lado de una montaña,
Y la derribo con el borde de mi mano.
Pues bien, recojo todas las piezas y creo una isla,
Puede que incluso levante un poco de arena.

Sï.

Porque soy un niño vudú,
Dios sabe que soy un niño vudú, nena,
Quiero decirte una última cosa más,
Yo no tenía la intención de ocupar tu dulce tiempo,
Lo enviaré de vuelta a tí un día de estos.

He dicho que no tenía la intención de ocupar tu dulce tiempo,
Lo enviaré de vuelta un día de estos.  Oh, sí…

Si no te conozco nunca más en este mundo,
Lo haré en el próximo,
Y no llegues tarde,
No llegues tarde.

Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía.

Casi hace 80 años desde que Antonio Machado murió en el exilio de Collioure (Francia), para huir de la Guerra Civil, y 71 años desde que falleció su hermano Manuel, en Madrid, también poeta y dramaturgo.

Uno de mis poetas mayores, hondo como el mar y tenue como las nubes de los campos de Jaen…o Castilla.

¡Oh la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Ahora podrá saberse más de sus vidas y su proceso creativo, de lo que les preocupaba a la hora de escribir y de sobrevivir, gracias a la reunión de 4.750 documentos que estaban dispersos entre siete sobrinos nietos de los escritores y que han entregado en conjunto a la Fundación Unicaja.

 Entre la veintena de misivas, subraya las que se cruza la familia tras la muerte del autor de Campos de Castilla y algunas «estremecedoras», como la del propio Antonio Machado contando a una de sus sobrinas sus pasos huyendo de la guerra.

A nivel literario, Rodríguez Almodóvar se muestra eufórico por la aparición de una obra de teatro, La diosa razón, escrita a cuatro manos por los Machado. También hay «numerosísimos borradores de poemas de los dos», lo que permite hacerse una idea de cómo era «el taller creativo de los hermanos, a través de estas hojas sueltas, muchas de ellas en papel de mala calidad», lo que denota sus dificultades económicas.

Más anecdótico pero seguro que interesante  es el «cuaderno de trabajo que Antonio Machado tenía para preparar sus clases de literatura española, que abarca desde las primeras manifestaciones literarias hasta los Reyes Católicos». Se conocía la segunda parte de este cuaderno, pero la primera, que ha aparecido ahora».

Hace falta otro Machado. Cantar de la tierra mía,  que echa flores  al Jesús de la agonía.