El tema de los milagros, por su origen, proviene de ese furor del interpretar. Interpretar siempre por supuesto al estilo de un furor theologícus. Lo que trasciende de ese “furor” es apoyar esas celebraciones subjetivas contra la probabilidad de no ocurrencia de la leyes de Maxwell, Darwin o las de Einstein, por tan solo mencionar a tres genios de los últimos tres siglos.
Por supuesto donde mejor prospera ese clima de furor es entre los monoteísmos y mientras más militantes (o fundamentalistas, para usar un término ajustado a nuestros días) mucho peor, o mejor, de acuerdo a las circunstancias. Solo hay que presenciar los debates entre estas sectas repleta de “ismos” que escapan a cualquier atisbo de credibilidad ya sea real o ficticia.
Puedes revisar esa ahora extensa lista de textos sagrados en el recorrido de la historia humana desde aquellos textos de las tribus altas del Punjab conocidos como “shru ti” (‘lo que se oye’, lo que escucharon los sabios “rishis” directamente de Dios) textos que por ser la Palabra de Dios no admiten la subjetiva interpretación humana y deben ser seguidos al pie de la letra sanscrita o los textos “smri ti” (“lo recordado”) que si admiten la subjetividad humana ya sea poética-literal o metafísica; hasta libros sagrados más contemporáneos como la Torá, el Nuevo Testamento, El Corán o El libro de Urania, el Zohar o el Avesta…
Cuando terminas ese recorrido regresas al inicio. A interpretar.
El intérprete hace la Ley. Autoritas, non veritas facit legem. El intérprete, no el texto, hacen la ley. Un ejemplo… “Dei Filius” (la constitución dogmática del Vaticano I). Todo lo escrito anteriormente me viene a colación por un par de post originados por un intento fallidos de reseña de un libro en uno de estos sitios en la plataforma www.cubava.cu dedicados a la apologética, donde interpretarán y reinterpretan ad infinitum su original texto sagrado a través del verbo que esta vez no se hace carne, sino meras reinterpretaciones enmarcadas en dogmas y tradiciones.
Recuerden el “dei filius” dogma donde por primera vez la burocracia y la curia vaticana intentan delimitar el debate desde Aristotleles hasta Kant de lo que significa fe y razón bajo…la consigna de “interpretar” por supuesto… Dei Filius omnibus diebus…
La reseña está dedicada al libro de Richard Dawkins para “destejer el arco iris”. Y en ella se hace una alusión al tema de los milagros, a Fátima y los milagros del sol. Que resume la hermenéutica de los que se apoyan en la interpretación de los hechos, no los fenómenos per se. Coincido con el filósofo alemán Peter Sloterdijk en su libro “Temperamentos filosóficos De Platón a Foucault” cuando escribe: “Como ningún otro, el ejemplo del cristianismo testimonia el poderío, hacedor de historia universal, de los intérpretes sobre el texto. Con rasgos monumentales, el catolicismo romanizado encarna el tipo ideal de una dictadura hermenéutica, burocráticamente comedida; en él se examina minuciosamente y se lleva a cabo hasta sus últimas consecuencias la unidad entre la monarquía episcopal y la autoridad interpretativa”.
“Últimas consecuencias” significa que invariablemente intentaras adaptar los fenómenos reales a la sectaria hermenéutica metafísica de vuestra propia interpretación, que por definición y esencia, siempre será subjetiva.
Mucho peor terminas creando ese monopolio de verdad interpretativa que al final sustenta la propia violencia contra la persona humana que no comparte, o incluso combate esa verdad, los historiadores nos lo detallen desde la Inquisición hasta los Gulags de Siberia. Entonces la verdad no te hace libre, si no esclavo.
El tema de los misterios y los milagros es otra más de las variadas y muchas manifestaciones de ese furor theologícus.
La capacidad de unos pocos elegidos de interpretar lo divino dentro de la historia y los individuos, validar que es milagro y que no, aunque para hacerlo deban violentar no solo las leyes de los hombres (algo por demás fácil de hacer) pero sobre todo recurrir al indetenible empeño de violentar o desconocer las propias leyes de la naturaleza, leyes que de acuerdo a mi personal interpretación subjetiva deben ser las leyes propias de “su” particular dios creador. Resulta entonces el milagro probabilistico, del que comentaba Hume, el de un dios que necesita esa incomprensible vocación que para manifestarse debe antes contradecirse.
Recomiendo la lectura de “Destejiendo el arco iris” de Richard Dawkins.