Después de los miles de casos de abusos a menores documentados desde Irlanda hasta Australia desde los EE.UU. hasta Chile, la Iglesia Católica, se enfrenta a una de sus peores crisis de credibilidad desde el aperturista y modernizador Concilio Vaticano II.
Hechos inéditos recorren a la poderosa curia cercana y lejana al Papa; desde el enjuiciamiento en Australia del Cardenal Pell, hombre fuerte, poderoso y de confianza de Francisco; hasta la ¿renuncia? en pleno del episcopado de un país Católico como Chile.
Se trata de un hecho inédito en la historia de la Iglesia Romana.
Nunca había ocurrido que el episcopado entero de un país presentara su renuncia ante el Papa. Así lo hizo el episcopado chileno el 18 de mayo, por no haber hecho casi nada frente a los casos de abusos sexuales cometidos por el clero o personal de la Iglesia.
Después de duras negaciones durante la visita de Francisco a Chile, una de las vistas pastorales más controvertidas en la historia reciente de la Santa Sede, la creación de comisiones e informes y una verdadera batalla en las redes sociales, finalmente el Vaticano reconoce el encubrimiento y la violación de menores entre la curia chilena.
Aunque, en honor a la verdad, hay que decir que sí hicieron algo. (En la era de las comunicaciones globales resulta difícil encubrir crímenes y criminales). A saber, pusieron grandes esfuerzos en encubrir lo que era evidente, en presionar a los abogados para que busquen una reducción de las acusaciones, en ignorar o desacreditar a las víctimas, en fin, en ver la manera de sacar el c… del asunto y quedar limpios de polvo y paja ante la opinión pública. Incluso llamar a las víctimas, algunos católicos laicos, “salteadores, lobos y serpientes”.
Sin embargo, lo que ha sido un hecho espectacular podría desinflarse en los siguientes meses. Pues difícilmente el Papa aceptará todas las renuncias y menos aún sustituirá a los 31 obispos en activo de Chile. El número de obispos que serán relevados será probablemente muy reducido.
Pues el problema que hay actualmente en la Iglesia católica no se circunscribe a las eminencias episcopales, sino que abarca también al clero, a los religiosos y al personal pastoral de Iglesia.
El problema el mensaje «moralizante» de la Iglesia en cuanto a la libertad sexual y en definitiva a todas las libertades humanas: ahí está su oposición al sexo por placer, a la homosexualidad, al control de la natalidad dentro de las parejas, al aborto, al matrimonio sin distinción de género, etc…Por otro lado de acuerdo a filtraciones dentro de la burocracia vaticana existe un “poderoso lobby gay” que se mueve en las más altas esferas del Poder y de la curia multimillonaria en el negocio de Dios que intenta ocultar esos actos y las conductas sexuales de los sacerdotes. Según estudios el 7% de los sacerdotes son pedófilos activos. Al mismo tiempo existen miles de mujeres que reclaman la paternidad de sus hijos con sacerdotes, otros miles han abandonado el celibato para contraer matrimonio y disfrutar del sacramento y de la experiencia de la familia, otros reciben herencias millonarias de sus amantes ya sean homo o heterosexuales, etc. Resultado, un doble discurso sin ninguna credibilidad en la feligresía.
Entonces, como consecuencias de estas actitudes y acciones en el mismo Chile, un país tradicionalmente católico, la feligresía ha disminuido del 70% al 40%.
No hay suficientes curas dignos de asumir una función pastoral que esté en consonancia con la imagen de Jesús que presentan los Evangelios, la de un profeta comprometido con los marginados y desposeídos, y crítico de las clases pudientes y las autoridades religiosas de su tiempo. Todo lo contrario de la imagen burguesa de todos estos obispos que andan en Mercedes Benz y mientras ¿renuncian? dibuja una maquiavélica sonrisa en sus labios.
La de las eminencias con trajes negros o grises, de buenos modales y actuar diplomático, que busca siempre guardar las apariencias y quedar bien con todos, salvo con quienes sean activistas pro derechos humanos, feministas comprometidas, homosexuales confesos, lesbianas divorciadas o víctimas de abusos eclesiales que han dado a conocer públicamente los atropellos padecidos.
Pues éste es el perfil conservador que se ha hecho moneda corriente entre el clero en las últimas décadas, no sólo en Chile sino también en toda América y en toda la Iglesia Universal, con un Juan Pablo (el polaco) y un Benedicto (el alemán) a la cabeza de la cruzada neo conservadora.
Ahora le llega el turno al jesuita argentino. Una recomposición de las alianzas y del Espíritu d Corp. Se entiende que alguien como el jesuita chileno Felipe Berríos —una de las pocas luminarias clericales en el país sudamericano— resulte incómodo al plantear las cosas con claridad, como hizo en una entrevista a El País de España en enero de este año:
«Siento que la Iglesia Católica chilena está muy alejada de la gente, tremendamente cuestionada y con una jerarquía que no llega a los fieles. Se han acabado las comunidades de base y la pastoral se organizó en torno a grupos religiosos conservadores».
Y no solo en Chile. Y describe a esta Iglesia como: «callada, metida para adentro y que no va a la vanguardia de los cambios de la sociedad chilena».
Su análisis es doloroso:
«Una Iglesia que basó toda su doctrina en la moral sexual —señalando a los divorciados, etcétera—, de pronto aparece como la que debiera pedir perdón. Fue un golpe fuerte y, aunque el espíritu religioso sigue vivo, la gente no ve que sea la Iglesia la que ayude a encontrarse con Jesucristo. Más bien la Iglesia se presenta como un estorbo, sobre todo para los jóvenes».
Por supuesto Eminencia si tienes 90 años, eres pedófilo, o protector de los mismos, y te opones a los derechos básicos de la libertad individual, eres cómplice de las elites que por décadas martirizaron a la juventud, etcétera… claro que los jóvenes buscaran a Alah, a Cristo o cualquier otro dios o experiencia trascendente en otro sitio, pero lejos de Ustedes que son vistos como los modernos fariseos…
Tal como están las cosas, no parece que vaya a haber cambios importantes, pues no existe una generación clerical de recambio que tenga la misma claridad de ideas que Berríos, a quien el cardenal Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago de Chile, buscó que se le abriera un proceso canónico en el año 2014 supuestamente por oponerse doctrinalmente al Magisterio de la Iglesia, según consta en un e-mail suyo dirigido al cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo emérito de Santiago, que se filtró a la opinión pública.
Asimismo, Ezzati saboteó la posible designación del Berrios como capellán de La Moneda (el palacio presidencial chileno) y la designación de Juan Carlos Cruz, víctima del Padre Karadima, el cura que desató todo el escandalo, como miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores. Una lucha de poderes más parecida a las luchas ideológicas de la política chilena que al mensaje cristiano de amor y reconciliación.
Juan Carlos Cruz una de las victimas más visibles de esos “lobos vestidos de ovejas” ha declarado en un reciente mensaje en sus redes sociales. ”Quienes hemos sido víctimas de abuso en la Iglesia católica y aun mantenemos la fe, tendremos que seguir buscando a Jesús no en sus “representantes”, sino en los caminos polvorientos de nuestro día a día”.