No hay nada superior en el mundo que la quieta bondad de un niño, ni dioses, ni infinitos, ni absolutos. La transparencia de su invisible desinterés lo supera todo. La tristeza del universo desaparece con la señal agónica de su piel, una mirada a penas esbozada tras el candor de su gesto. Imagino que el fotógrafo tenga sueños de bondad por el máximo de los regalos, sus ojos de amor y su felicidad en dar lo que no se tiene. Cuando dos es mucho… en un mundo rodeado de avaros e imbéciles. El gesto de un niño, el regalo de un dulce, el rostro de una mujer y una canción bastan para reconciliarte con el genero humano.