Cuando la puerta se cerró supe que eras tan jodidamente especial como el sonido oxidado de las bisagras emplumadas. Chica de los dioses wondijna –aquella colina donde correr libera las siluetas de extraterrestres construidas con piedras calizas o volcánicas, ojos con corales, boca marina, piel de arenas…Me dijiste, ¿recuerdas cuando fuimos amantes? Por el color de tu mirada no pude determinar si llegabas o partías. Nos sentamos sobre el borde del mar y nos hicimos historias de androides paranoicos, de la policía del pensamiento y el karma, de Kafka, el susto de ser judío y gentil (al mismo tiempo), de los árboles plásticos de navidad, de la Esfinge y los profetas ciegos del desierto, nigromantes medievales.
La puerta sonó como a bisagras emplumadas de primavera. La brisa agridulce del mar desnudó las cortinas, el mantel, la copa de vino, el mensaje sobre la pared “a partir de hoy viajar no significará nuevos lugares, sino nuevas formas de ver lugares viejos”. Con el viento llegó la chica de los dioses wondijna.
Su única intención compartir su vino, su sexo y dos sueños. Sus viejos lugares desde nuevas perspectivas. Street spirit, fade out. Llegamos a la sala de exposición a media noche, las paredes ocres iluminadas con el espíritu de un sol moribundo oculto por sucesivas posesiones lunares anunciaban a los dioses de las tribus de las planicies centrales, de las tierras altas de la costa norte, de la piedra roja, sola, única, sagrada que ubican el centro de tu alma perfecta; en el centro de tu cuerpo perfecto.
Dioses wondijna crucificados sobre duras paredes, el crudo invierno en Valhalla, una tribu albina desnuda orando en extraños tabernáculos de alianzas olvidadas.
¿Recuerdas cuando fuimos amantes? No. No lo recuerdo. Pero sí recuerdo que eres tan jodidamente especial como esa luz que ahora proyecta tus sombras sobre la imagen de esos wondijna, el dios de la tierra, de los vivos, el dios espectro de los ángeles del infierno; perdón del Paraíso que se oculta detrás de la Luna posesiva, quise decir. ¿Recuerdas? Eres. Alto y bajo. Ser Kafka, judío y gentil. Eres un insecto devorado por una gigantesca madeja de seda, de ríos, océanos, eones de luz y tribus ancestrales. Eres una roca roja. Lo viejo visto como nuevo. ¿Recuerdas? Eres tan jodidamente especial como cuando fuimos amantes, sutil como un cristal, como lo es la consecuencia al azar. Eres las luces y las sombras de mis dioses wondijna.