El pato/conejo de Wittgenstein es dos cosas simultáneas
¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente.
¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.
¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal?
¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios? –Epicuro
Un excéntrico profesor de filosofía intentaba explicarme en mis años de estudiante universitario las interrogantes de Epicuro tomando como referencia un pequeño opúsculo escrito tardíamente por Immanuel Kant, “Die Religion”.
¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo. Esa ha sido la gravitación de toda la filosofía occidental desde los griegos, “la propensión hacia el mal del ser humano, perdido entre propensiones y deseos”. Kant y Epicuro entienden la depravación como … “reversión del orden ético en cuanto a los incentivos de un Poder libre de elección” (DR 6:30). Entre la libertad e incentivos se mueve el péndulo del Ser humano. El filósofo de Königsberg evade la pregunta: ¿por qué no aprendemos la lección? Lo que Epicuro pregunta hace dos mil quinientos años ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?
El alemán asume que la depravación del hombre se contrasta con la fragilidad (fragilitas) y la impureza moral (impuritas, improbitas). Para ello Kant propone su famoso oxímoron: ungesellige Geselligkeit (la «insociable socialidad»). Toda la filosofía occidental se encadena a ese oxímoron nacido de las preguntas sin respuesta del filosofo griego. Lo omnipotente que no puede prevenir la reversión.
La amistad de una muchacha única y la visión sucia de las aguas del Ganges me abrieron otra ventana a esa realidad Geselligkeit Kantiana. El monismo vedanta de Īśvara.
El hinduismo acepta que las preguntas de Epicuro no tienen sentido en su cosmología; y, desde la mitología hasta su filosofía ensaña otras preguntas, otras respuestas. ¿Qué sentido tendría que Dios creara un universo engañoso? Pregunta Krishna en el Gita. En la tradición hindú Māyā interroga otros conceptos morales. Y proporciona otras respuestas igual de engañosas, otra “insociable sociabilidad” posible.
Los Upanishads responden con las «ficciones» propias de Brahman (Dios), la Ilusión de Māyā, el Poder (shakti), o la propia Naturaleza (prakriti) del Señor Omnisciente. (Upanishads, 2:1,14).
Y lo hacen con esa enrevesada dialéctica del Īśvara esa bipolaridad de la relación entre Māyā/Brahman. Por ello en la tradición cultural hindú no encontramos un Epicuro o a un Kant. Existe eso si esa relación que reproduce al “supremo controlador”: Brahman, lo imperecedero y absoluto, indiferenciado e incondicionado. Y cuando ese absoluto se materializa a través del infinito de los fenómenos aparece el Īśvara, “el supremo controlador”.
El «engaño» de Māyā consiste en uno no Poder (o no querer Poder más bien), entonces las puertas secretas del monismo adwaita vedanta quedan abiertas como los ojos de aquella muchacha que lloraba mirando el fluir del las aguas sucias del Ganges.
Por ello Epicuro interroga de esa manera a Brahman y Kant asume que la respuesta está en el “Poder Libre de Elección”.
Brahman (Dios) es la única realidad del mundo. Aparte del Brahman, todo es falso: el universo, los objetos materiales y las personas. Bajo la influencia de la ilusión (Māyā), cada alma cree que es un cuerpo, y que está separada de Dios, y es diferente de Él. Cuando el alma individual elimina el velo de Māyā, se da cuenta de la verdad: no hay diferencia entre Ella y Brahman.
¿Quién juega a la realidad? ¿Māyā, o nosotros en alianza con ella? Cuándo sabemos que ambos son lo mismo en UNO (pero un UNO incompleto). Ese es el juego del monismo adwaita vedanta y del Īśvara. Māyā, poder cósmico, es la causa material de la apariencia del mundo, aparición y separación de las almas en su individualidad (incluso de las aparentes cualidades del propio Brahman).
Por ello Māyā aparece como una serpiente en la cuerda floja, relación ambivalente entre Brahman (lo inefable) y lo (pakriti) lo material. La alucinación colectiva propuesta por Epicuro y Kant termina siendo una forma de ignorancia colectiva. ¿Cómo es esto posible? Nos responde Māyā: Ser humano es vivir en ignorancia.