
Uno de mis alumnos me preguntó mi parecer sobre la recién finalizada serie “Juego de Tronos”. No supe que contestarle pues no he visto la serie completa, quizá algunos capítulos por separado de la penúltima temporada o de las dos primeras, seguro impulsado por la feroz campaña publicitaria de los realizadores, productores y patrocinadores.
Por lo tanto, soy incapaz de opinar.
Incluso las revistas y diarios que leo, algunos de los cuales no suelen incluir debates sobre el mundo cultural mucho menos de las series de la televisión, se han hecho eco del cierre de temporada de “Juego de Tronos”. Voy por las doscientas lecturas sobre el tema, el «marketing» es sencillamente brutal. Desean que veas «Juego de Tronos» a sotavento de convertirte en un paria televisivo.
Para dar una respuesta cuasi lógica o tal vez para salir del paso, como dice mi abuelita, a mi estudiante interrogador solo se me ocurre remitirlo a uno de mis recientes post…
Comentarle a priori que veo a los verdaderos reyes y reinas que están en los tronos y no me gustan para nada, no ya en la ficción, sino en los tronos y los juegos dentro de la realidad.
Le recomendé entonces que fuera al cine y se deleite con la deconstrucción cinematografica de un Neo Duce, el magnate de la televisión chatarra, un italiano de nombre Silvio. Con un Rey, un Trono, un Reino y en vez de dragones mucha cocaina y chicas desnudas.
No obstante de todo lo leído lo más jocosamente hispano, casi literario-histórico y politicamente incorrecto lo ha escrito David Jiménez Torres en el diario «El Mundo». Les copio un párrafo…
“Dicho esto, resulta fácil llevar una ficción tan pródiga en personajes, tramas y matices hacia el propio terreno ideológico; al menos, tan fácil como reírse de las lecturas políticas de una serie con zombis y dragones. Pero parte del placer de la cultura está en su exégesis: llevamos cuatro siglos debatiendo cómo leer el Quijote y disfrutándolo más por ello. Y, por otro lado, Juego de Tronos ha insistido en una tesis que va más allá de las habituales banderías: que la Historia no tiene fin, que el conflicto nunca desaparece y que podemos engarzar unas tramas con otras, pero no aspirar a la conclusión de todas, sobre todo si esto viene de la mano de un mesías. Una tesis así iba a hacer extraño cualquier final. Y tampoco ayuda que la serie nos haya gustado tanto”.
Es probable…opino.
Si David…una real lastima:
“… que esas caricaturas existieran y que gobernaran los destinos de millones de personas”