
Oh Capitán, mi capitán…
Whitman es un fundamento de la literatura y el poeta más misterioso y a la vez popular de la modernidad. Haríamos bien en preguntarnos, aprovechando este bicentenario del autor de Hojas de hierba, por qué de vez en cuando la literatura produce esas obras casi sobrenaturales que se inscriben en la historia de una forma ineludible. Puede que Whitman, como Dante o como Tolstói, supiera que la literatura funda la ilusión de la espiritualidad, de las emociones vivas, sin la cual los seres humanos nos sentimos desamparados.
Babelia
Ese desamparo que solo cura la belleza, el arte y las palabras de un viejo gringo barbado, del norte…abierto y brutal.
Al ser asesinado en 1985 Lincoln le compuso su extraordianrio: Oh Capitán, mi capitán…
Mi capitán no contesta, sus labios siguen pálidos e inmóviles,
Mi padre no siente el calor de mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
La nave, sana y salva, ha arrojado el ancla, su travesía ha concluído.
¡La vencedora nave entra en el puerto, de vuelta de su espantoso viaje!
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad, campanas!
Mientras yo con dolorosos pasos
Recorro el puente donde mi capitán
Yace extendido, helado y muerto.
Ya diez años antes logró todas las atenciones y tensiones de los suyos, escribió Hojas de Hierba, donde al tiempo que alaba la consideración y regusto personal, celebra su amor por la naturaleza, el gusto sobrenatural por lo espiritual.
Hojas de hierba fue considerado libro obsceno por su abierta sexualidad y su lenguaje… En Cuba a WW lo presenta nada mas y nada menos que el Maestro, José Martí. Además en la Isla otros lo han glosado magistralmente: Gastón Baquero, José Rodríguez Feo y Beatriz Maggi. Walt es como Homero y Dante, un poeta que hace de la vida excelencia. De la vida y los hombres juntas grandezas y pequeñeces.

La mejor carta de presentación entre nosotros continúa siendo la de Martí en su extraordinario «El poeta Walt Whitman». Martí muestra su contrariedad ante «los que son incapaces de entender la grandeza del norteamericano»; pues Whitman «Quiere puertas sin cerradura y cuerpos en su belleza natural; cree que santifica cuanto toca, y halla virtud a todo lo corpóreo»; hasta más adelante añadir sobre su admirado observador de la Naturaleza: «Siente un placer heroico cuando se detiene en el umbral de una herrería y ve que los mancebos, con el torso desnudo, revuelan por sobre sus cabezas los martillos, y dan cada uno a su turno».
«La verdad es que su poesía, aunque al principio causa asombro, deja en el alma, atormentada por el empequeñecimiento universal, una sensación deleitosa de convalescencia. Él se crea su gramática y su lógica: él lee en el ojo del buey y en la savia de la hoja: “Ese que limpia suciedades de vuestra casa, ese es mi hermano”. Su irregularidad aparente, que en el primer momento desconcierta, resulta luego ser, salvo breves instantes de portentoso extravío, aquel orden y composición sublimes con que se dibujan las cumbres sobre el horizonte».