Morrison y El Bosco

Hace un par de días leía en la página cultural de un diario las apreciaciones personales de Jim Morrison descritas desde la memoria de Hubert Sinclair.

Leo:

Cuando miro un cuadro, me limito a pensar en lo que veo, sin el filtro de los expertos…”. “Yo hago lo mismo”, comenté. “En ese caso nos vamos a entender muy bien”, añadió él, para continuar diciendo: “En el tríptico cerrado vemos una imagen esférica del mundo. Se nos está diciendo que, si abrimos sus puertas, nos encontramos con el despliegue del mundo en todas sus dimensiones. Las hemos abierto, ¿y qué vemos?

La inmensa diversidad del mundo y de los seres que lo pueblan.

Que hay detrás de esa ventana, de ese paisaje gris, despobladao de vida “El Tercer Día de la Creación”. Un mundo irreal, una tierra plana, rodeada de una masa de agua plateada, pero extrañamente, el genio envuelve a la Tierra toda en una suerte de esfera de cristal, transparente e iluminada por un haz de luz; prefigurando la imagen de un mundo esférico e infinito…

Dios observa, solo, casi triste, impávido, desde la parte superior del panel izquierdo: su Creación.  A la izquierda se lee “Ipse dixit et facta sunt”; a la derecha “Ipse mandavit et ­creata sunt”.

Entonces, abrimos,  como Jim,  las “puertas” de la percepción y todo lo que puede ser creado es creado: «creata sunt». 

El matrimonio del Cielo y el Infierno, Blake, Morrison y El Bosco, nacen de la gris esfera de la tierra…“El Jardín de las Delicias”. “Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todas las cosas aparecerían ante el hombre tal como son: infinitas”.

Después del carácter monocromático de la Creación, estallan en su interior los colores de la vida. Paraíso. El jardín de las Delicias. Infierno.  Le explica Morrison a Sinclair.

Lo más curioso es que en ninguno de esos (…) espacios  vemos verdadero sufrimiento”. “Tienes razón, ni siquiera vemos dolor en la tercera tabla del tríptico, presidida por la oscuridad”, comenté. “Por la oscuridad sí, pero no por la angustia o la desesperación”.

Escucho a Morrison cantar mientras observo como la monja en forma de cerdo besa al hombre desnudo. 

This is the end, My only friend, the end
Of our elaborate plans, the end
Of everything that stands, the end
No safety or surprise, the end
I’ll never look into your eyes…again
Can you picture what will be, So limitless and free
Desperately in need…of some…stranger’s hand
In a…desperate land…

Lo mismo me sucede, cada vez que visito el museo de El Prado, contemplo un par de horas el tríptico de El Bosco, no veo dolor, angustia o desesperación incluso entre los condenados a la oscuridad; solo veo humanidad y el final de casi todo. 

Un alejamiento de la teología medieval, de dolor y castigo, de Dante… tengo una vision más cercana a las ideas de José Lezama Lima o Emanuel Swedenborg; el poeta cubano prefiguraba un infierno despoblado gracias a la infinita misericordia de Dios a la izquierda del panel; cercana al viaje lisergico del sueco un inferno poblado por criaturas que lo elegían “motivados por lo que les atrae y les deleita”.

A veces las imágenes se hacen sonido y los sonidos ese silencio que recorre el jardín de las delicias en El Prado. 

 

 

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